¿Qué tipo de proyectos a escala piloto se hacen en el LATU?
A nivel de la agroindustria hacemos la simulación de procesos como secado de arroz, selección de granos. Hay todo un Departamento que se dedica a maderas, dentro de él un grupo de gente estudia las maderas constructivas, sus propiedades mecánicas y físicoquímicas para saber si es posible en Uruguay hacer viviendas de madera. Eso obliga continuamente a la capacitación, a estar al día con la tecnología analítica. Nosotros jugamos mucho con la anticipación: una de las cosas buenas que tiene el LATU es que tratamos de mantener una especie de vigilancia tecnológica, una prospectiva de cómo vienen los sectores.
Algunos mercados están comenzando a exigir determinadas técnicas para asegurar inocuidad alimentaria. Para adelantarnos a eso montamos una planta piloto de irradiación Gamma al servicio de ese sector, fundamentalmente el citrícola y del sector de los arándanos, porque no sólo se logra una especie de desinfección del producto, sino que se alarga su vida media, entonces para ellos es beneficioso. Eso exigió una inversión de 500 mil dólares en equipamiento, el adiestramiento de personal en el exterior, poner las técnicas a punto, montar la planta a escala industrial. Es bien diferente a lo que son por ejemplo los laboratorios de investigación básica. En el departamento de Carnes, donde hacen los cursos los Tecnólogos cárnicos, todo está montado como si fuera un frigorífico, desde las mesas de faena hasta máquinas para hacer embutidos, por eso acá utilizamos espacios grandes.
Se está trabajado mucho en el sector forestal, en medio ambiente, en control de aguas. Hay sectores como el de juguetes, en los que se están exigiendo cada vez más análisis y ensayos en cuanto a su inocuidad y seguridad. En el caso del control de los cascos de las motos se trabaja mucho junto con la Universidad, y hay muchas otras cosas que hacemos en conjunto. Yo creo que hay que desmitificar eso de “hacemos cosas muy diferentes”: no hacemos cosas muy diferentes, hacemos cosas complementarias. Todo nuestro personal proviene de la Universidad y muchos de ellos siguen siendo docentes allí. Porque la capacitación continua es parte de la esencia del LATU, estar cerca del sector universitario, que a su vez es quien está más cerca del estado del arte del conocimiento, para el LATU es importante. Aquí trabajan unas 430 personas y además 100 pasantes. De esos 100, más de 60 son estudiantes de la Facultad de Química, que hacen maestrías o doctorados pagos por el LATU, o la pasantía final para sus estudios de grado. Buena parte de ellos se queda trabajando aquí, porque el LATU ha crecido mucho. En la medida que crece la producción del país, la institución crece.
Además de estas pasantías, el LATU ofrece capacitación, ¿de qué tipo y a quiénes se dirige?
Es de todo tipo. Con instituciones académicas hacemos proyectos conjuntos y pasantias, además de la Facultad de Química, con la Facultad de Veterinaria en el área de la Microbiología. Trabajamos mucho con la capacitación a las empresas en cadenas productivas como la láctea, la oleaginosa; todo esto se hace en conjunto con la Universidad y funciona muy bien. Y ahora estamos arrancando con el PEDEAGRIND. De las cosas que hacemos buscando sinergia institucional con la academia y otras organizaciones públicas, es el proyecto más ambicioso. Costó muchos años, pero para nosotros es una de las apuestas capitales, en la que LATU tiene mucho para dar.
Tenemos algunos emprendimientos de riesgo como la incubadora de empresas tecnológicas Ingenio, que es una apuesta a la formación de nuevas capacidades. Tenemos el Parque Tecnológico, que mantiene empresas de alta tecnología dentro del perímetro del LATU. La carrera de Tecnólogo Informático (UTU-Facultad de Ingeniería) ya comenzó aquí; y a partir de abril del año que viene vamos a tener una UTU funcionando dentro del LATU, con un edificio de 1600 m2 para cuatro carreras: además de Tecnólogo Informático y Tecnólogo Químico (UTU–Facultad de Química), una Tecnicatura Audiovisual y otra en Telecomunicaciones, ambas nuevas.
¿Por qué estas cuatro carreras?, surgieron en el diálogo de LATU con CETP-UTU, la UDELAR y el sector productivo, donde se vio que había demanda insatisfecha en algunas áreas. Lo bueno es que los estudiantes van a estar mucho más cerca del sector laboral: en el Parque Tecnológico hay más de 20 empresas del Software instaladas, y la sede de la Cámara Uruguaya de las Tecnologías de la Información. Esos estudiantes están a 20 metros de todas las empresas del Parque.
Recién inauguramos el laboratorio de contenidos de TV digital y sobre fin de año estaríamos largando la primera señal de televisión digital, ¿qué mejor que tener estudiantes de Telecomunicaciones y Audiovisual estudiando en el LATU, donde van a estar trabajando los técnicos brasileños y japoneses junto con jóvenes uruguayos provenientes de la UDELAR y de la UTU? Tiene una lógica; yo espero que se de bien, creo que cierra perfecto. El Ceibal, que está en el mismo predio, también es un espacio de capacitación. Creo que esas son las cosas que el LATU devuelve a la sociedad de lo que ésta le dio. El 74% de los ingresos del LATU provienen de impuestos del sector productivo, tenemos que devolver algo. Se devuelve por una parte valor agregado por sello de calidad a ese sector productivo, formación de recursos humanos, y posibilidad de incubar empresas de riesgo, que en algunos casos fracasan, pero eso implica un proceso de aprendizaje que igual es positivo.
De acuerdo con nuestra matriz productiva, ¿en qué otras áreas estarían faltando recursos humanos?
En casi todas las áreas, pero fundamentalmente faltan personas con formación intermedia, eso es clarísimo. El LATU tiene un laboratorio en Fray Bentos con más de 20 personas -después de cuatro años logramos que todo el personal esté radicado allí-, y no conseguimos más. Queremos crecer en Fray Bentos porque parte de los servicios a la planta de celulosa de Conchillas se prestarían en ese laboratorio; además de análisis y ensayos que se están haciendo con Aratirí. Me parece que el esfuerzo descentralizador de la UDELAR está muy bien, nosotros también estamos intentándolo, no sólo por medio de cosas como la unidad de Fray Bentos, también por otros mecanismos. Pensamos en la posibilidad de formar personal con algunas capacidades en el interior -por ejemplo para hacer muestreos-, que puedan o no tener formación universitaria, pero que estén radicados allí y sean reproductores de esa formación.
En el área de la Química Analítica todavía faltan recursos humanos, en Biotecnología aún hay una demanda no satisfecha en el sector productivo. Pero también hay falencias en Gestión: se necesitan directores de proyecto, buenos gerentes, pero de 30 años, lo que en Uruguay es muy raro, pero esos son los gerentes en otras partes del mundo. Falta fomentar el emprendedurismo, que no es potestad de una facultad, sino de todas; algunas de las disciplinas sociales también son demandadas por el mercado. Creo que se precisa cierta flexibilidad, tanto a nivel académico en la generación de nuevos perfiles, como en una institución como esta.
En el LATU el ingreso de gente joven es otra de las preocupaciones fundamentales, y estamos bajando la edad promedio de los funcionarios que ahora es de 40 años. Los cargos de gerencia y jefatura tienen un promedio de 47 años. Creo que esas son cosas que ayudan de alguna manera a cambiar el país. Yo tengo 57 años y estoy seguro que algunos esquemas debo tener; alguien de 30 no los tiene y ese es el que precisamos. A mí me gustaría mucho que un presidente del LATU tuviera 40 años, es la edad en que una persona está en el máximo de su capacidad de producción, algo difícil de pensar en nuestro país. El Uruguay también va a tener que aprender que el mercado moviliza mucho. El hecho de estar mucho tiempo en un empresa no es un mérito, hoy la gente cambia mucho más de trabajo, asumiendo el riesgo pero tratando de crecer. El mercado laboral actual produce el desafío permanente de búsqueda de renovación y crecimiento. En el LATU el recambio era cero y estamos tratando de evitarlo. No quiere decir que quien se va es una pérdida para la institución, mientras el país esté ganando.
¿Qué posibilidades existen de desarrollar otros estudios de posgrado en el LATU?
Así como los químicos suelen tener miedo a trabajar con seres vivos, los biólogos le tienen resquemor a trabajar con la físicoquímica. Y además es difícil encontrar biólogos con formación en medio ambiente, que para el LATU es un área estratégica, porque casi todos los sectores productivos que hoy están en expansión en Uruguay tiene un alto impacto sobre el medio ambiente o dependen directamente de lo que suceda con él. En definitiva somos productores de alimentos, cualquier cosa que dañe el medio ambiente va a terminar perjudicando la producción. La remediación ambiental, la mitigación de daños, son temas que en muchos casos atañen a los biólogos. Hay muchos, pero pocos que puedan venir y sentarse a hablar con los químicos de agua, con las empresas, los veterinarios y los agrónomos.
Por ejemplo, para evaluar impacto ambiental, entre otras cosas se estudian los arácnidos, porque están en el medio de la cadena predatoria y pueden ser buenos indicadores. En el Uruguay tenemos pocos taxónomos de arañas, que a la vez tengan interés en el estudio de las cadenas ecológicas y el daño ambiental. Con Aratirí se está midiendo la linea de base, porque tenemos que saber de dónde partimos. Encontrar gente con esa cabeza no es fácil. Con el decano Juan Cristina (FC) estamos tratando de ver cómo se puede lograr un programa similar al de Química, para que los biólogos vengan a hacer pasantías y vean la salida de las aguas en una planta de celulosa, o el efecto de los cultivos rotativos, desde su óptica, que es diferente a la de un químico.
Esta nota fue publicada originalmente en el sitio de la UDELAR.